domingo, 28 de octubre de 2007

Keane

In god's hands, una historia acerca de raptos infantiles, fue un proyecto inicialmente concebido por el incansable Steven Soderberg que, en esta ocasión, decidió delegar la realización en el neoyorquino Lodge Kerrigan, director de Claire Dolan, al parecer, una cinta admirada por Soderberg. Por desgracia, los negativos de aquella película fueron dañados irreversiblemente en el laboratorio, de modo que productor y director decidieron reponerse del mal trago mediante la reescritura del guión llevada a cabo por Kerrigan, convirtiendo la historia original en el incansable seguimiento de un enfermo de esquizofrenia que es Keane. Sin duda, este relato final debió de verse influenciado por el debut del realizador, Clean, Shaven, la lucha de otro joven esquizofrénico por arrebatar a su hija de su familia adoptiva, si bien el trato efectista de aquel thriller deja paso aquí a una exploración de la mente mucho más interesante, que casi podría competir con la desarrollada por David Cronenberg en su magistral Spider.

La modificación total del guión es algo que puede notarse en el producto final: los minutos iniciales, donde William Keane (Damian Lewis) pregunta desesperadamente en una estación de autobuses por su hija secuestrada podrían perfectamente ser el arranque (o el final) del guión inicial, justo hasta el momento en el que descubrimos el inestable cuadro mental de William y la película se empieza a transformar en otra cosa. Lo más interesante de este arranque es su carácter conmovedor, de manera que al final no sabemos si el pasado del protagonista es realmente lo que él cuenta, lo que importa es que la enfermedad de su protagonista no es tanto un peligro para los demás como un dramático problema para el enfermo. En ese sentido, el film se va construyendo a partir de interesantes momentos que despiertan la empatía del espectador y la compasión por el inquieto William. Su desesperación inicial, deja paso a su descripción como alguien ingenuo, infantil, algo que queda patente tras su comportamiento en un encuentro sexual inicialmente muy adulto (en el que no falta la cocaína ni la violencia verbal), o en su relación con la joven Kira (Abigail Breslin), una niña de la que se hace cargo en la segunda mitad del relato: tras más de un día jugando a ser padre, el protagonista se termina derrumbando en un ataque de paranoia, lo que concluye con Kira acudiendo en su ayuda, revelándose mucho más adulta que él, en uno de los pocos planos donde la cámara de Kerrigan deja espacio para que su protagonista respire (gracias al fenomenal trabajo fotográfico de John Foster, Keane está rodada integramente cámara al hombro siguiendo de manera asfixiante los movimientos de su protagonista, a la manera de títulos bastante alejados geográficamente de sus artífices, como Roseta de los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne). La propia niña será objeto de una especie de rapto por parte de su eventual tutor, quien se revela incapaz de concluir su fechoría. Aunque los títulos de crédito dejan a esta última escena inconclusa, los conmovidos espectadores ya sabemos de antemano que el desvalido Keane no será capaz de hacer daño a nadie.

'Keane' - Lodge Kerrigan - 2004 [ficha técnica]

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