martes, 20 de enero de 2009

La clase

De todos los directores franceses que han dado de qué hablar en los últimos años, Laurent Cantet ha sido de los pocos que no ha renunciado a un lenguaje cinematográfico más o menos tradicional a la hora de demostrar su autoría como cineasta. Lo utilizó con el transfondo del mundo laboral en Recursos humanos y en su fabulosa El empleo del tiempo (cuyo tono gélido pudo haberle servido como modelo a su compatriota Nicolas Klotz a la hora de abordar La cuestión humana). Su siguiente film, Hacia el sur, una cinta excelente donde Cantet abandonaba el escenario de su país para trasladarse a Haití, pasó algo más desapercibida, tal vez por ello Cantet ha realizado La clase echando mano a unos elementos más al estilo de sus congéneres, como son el vídeo digital, la cámara al hombro o los actores no profesionales (a este paso nos va a resultar exótico ver cine de autor rodado sin aire amateur, no en vano, Cantet no es que no haya ganado previamente una Palma de Oro, es que ni siquiera se ha atrevido a presentar ningún largometraje en Cannes hasta que no ha rodado "a lo Dardenne", da que pensar).

Sin embargo, este tipo de escritura no es en el film de Cantet tanto una muestra de realismo como una manera de encubrir la ficción de su relato. Como tantas veces hemos leído desde que se presentó la película en Cannes, el director utilizó tres cámaras para rodar en el interior del aula donde transcurre la mayor parte de la acción: dos para ofrecer el plano/contraplano del profesor hacia el alumno y una tercera para captar los pequeños hechos que pudieran escapar a las dos anteriores (un alumno que se distrae, una silla que se balancea). La trampa la tenemos en que esta tercera cámara pudo rodar estas situaciones en instantes diferentes a la acción principal, y después pudieron ser montadas como si ocurrieran en paralelo, logrando así una falsa sensación de espontaneidad. Así, Cantet consigue con facilidad un realismo impostado que le permite dedicar un mayor esfuerzo al aspecto ficcional de su discurso.

Y, pese a que muchos han querido ver en La clase un film muy realista, no cuesta ver en la película situaciones que son, cuanto menos, poco creibles (cf. la joven que no atiende en clase pero que lee a Platón en sus ratos libres). Con ello, el realizador transciende una descripción plana de la vida en un espacio concreto (un instituto del que no saldremos en ningún momento) para desarrollar una trama narrativa que hace de ese espacio un reflejo de lo que ocurre en el exterior. Si bien es verdad que el rechazo por parte de adultos hacia los malos modales y la falta de educación de los jóvenes es un gesto casi tan antiguo como la enseñanza (el mismísimo Sócrates se quejaba de que los jovenes de su época contradecían a sus padres y le faltaban al respeto a sus maestros), es cierto que, en la actualidad, la conducta de los jóvenes se ha visto empeorada como consecuencia de la difícil situación social en la que nos encontramos. Por poner un ejemplo, la manera en la que los alumnos del film se ensarzan en discusiones sobre sus países de origen (Mali, Marruecos o Haití) no dista demasiado de los problemas de convivencia que se dan entre las distintas minorías que tratan de integrarse en grandes capitales como París. Estos y otros problemas estallan, por tanto, entre los muros del instituto (de ahí el Entre les murs del título original) y los profesores poco pueden hacer: en ese sentido, la escena en la que la madre del joven Suleyman habla en una lengua que los profesores no entienden (ni nosotros tampoco: no hay subtítulos en ese momento) es significativa por la manera en la que se manifiesta la impotencia de estos últimos. También es toda una revelación la decadencia del profesor interpretado por Bégaudeau, alguien que intenta caer bien a sus alumnos, aceptando sus costumbres y aplaudiendo el uso que hacen de los teléfonos móviles pero que, llegado un punto, se da cuenta de que hay una línea que no puede cruzar, entre otras cosas porque intenta saltarse unas normas de disciplina que él mismo ha intentado imponer. Al final, pese a verse sacrificado, como decimos, el realismo del film, Cantet introduce un apunte no por poco probable menos excelente: el de todos los alumnos unidos contra el profesor en defensa de un objetivo común, contienda que termina suavizándose con el partido de fútbol que alumnos y profesores juegan al final del curso. La juventud es, de esta forma, la única etapa de la vida en la que el ciudadano occidental lucha por sus derechos contra una sociedad que trata de adiestrar a sus individuos despreciando sus orígenes.

'Entre les murs' - Laurent Cantet - 2008 [ficha técnica]

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